lunes, diciembre 3

La tía Paquita.

“Señoras, señores ; son las veintidós hs. y cincuenta minutos. Pido que me presten atención, pido un minuto de silencio en “honor” a mi madre, que en este momento se cumplen las 24 hs. de su desaparición.”
Yo me encontraba sentada fuera de la “capilla ardiente”. Los codos apoyados sobre las rodillas ; cerré los ojos y sostuve la cabeza entre las manos. Por entonces no se usaban las casas “mortuorias”, a la tía la velaron en su casa. Al escuchar la voz de uno de sus hijos haciendo esa petición, me sentí como en la década del “ 50 “, cuando la radio a las veinte y cuarenta nos hacía recordar “el minuto de silencio”; en lo de la tía se “respetaba”... Mi cabeza gacha, y yo recordando cosas... La tía Paquita era linda, y aún más, lo había sido de joven. Tenía ojos hermosos, su mirada penetrante, pero yo no encontraba en ellos nada, no encontraba ése amor que una niña.Un día quise sentirme, como decían sentirse mis amigas en casa de sus tías, y le dije a mi madre si me dejaba ir a su casa por la tarde : ella aceptó mi pedido. Su saludo fue como siempre , un beso protocolar. Nunca una caricia ni mucho menos un abrazo. Yo tendría por entonces, poco más de once años. Estaba con ella su hija mayor, la casada, mis otros primos no se encontraban en la casa. No sé si fui yo que le pedí ir hacia el fondo de la casa, donde tenían dos enormes higueras y una huerta que cultivaba su esposo. ¡Para qué ! ... Veo una fila de cañas en ángulos donde se apoyaban hermosas plantas de tomates. Colgaban de ellas “enormes” frutos rojos y brillantes a la espera de la “cosecha”; se me iban los ojos al verlos. Era la hora de la merienda, y pensé : “¡Que bueno sería comerme uno bien rojo en un sandwich , partido a la mitad y aderezado tan solo con un poquito de sal y si se podía, rociado con un poquito de aceite!...” Tomé coraje e imitando a mis amigas, le dije a la tía Paquita : “Tía, ¡que hermosos tomates!,¿podría hacerme un sandwuich con uno de ellos?”. La tía me miró sin poder disimular su asombro, y titubeando un poco, dijo que sí... En el mismo instante me arrepentí de haberle hecho ese pedido... Me hizo el sandwich. Aún recuerdo la tensión en mi boca para dar el “primer bocado”. En otro momento, saborear ese fruto fresco recién sacado de la planta, hubiera sido un deleite, pero se transformó en un suplicio ; los niños ¡saben ver !... Lo comía con culpa, ¿por qué ?... Luego quise demostrarle mi agradecimiento y me ofrecí ayudarle a planchar, ya que se disponía a hacer esa tarea ; aceptó, pero se quedaría a mi lado... En casa me dejaban utilizar la plancha. ¿Para qué me ofrecí ?..., con tan mala suerte, que en un movimiento mal dado la plancha resbala de mis manos y cae al suelo... Los “retos” que vinieron después, todavía no los he olvidado; para colmo, la plancha era nueva. Lloré con angustia y arrepentida de haber querido ir a visitarla. Lloré sin tener ningún consuelo de su parte...Siempre que la veía, venía a mi mente ese momento tan triste para mi. Mi madre no hubiera procedido de ese modo con ninguna de sus hijas. Varias cosas vinieron a mi mente. Sus hijas eran “flacas”, en cambio yo, iba creciendo y mi cuerpo tomaba las formas de mujercita. Mis carnes se endurecían, y cada vez que me veían, me daban pellizcos en las piernas y luego se pellizcaban ellas para mostrar que ellas tenían las “carnes” duras y también se les ponían rosadas al pellizco. Una de ellas, la más grande, aceptaba de que mis piernas tenían lindas formas, pero la tía Paquita, a veces me “largaba” el : “--¡Hay, pero así de “gordita” vas a parecer una señora !...” ¡Pensar que sus hijas se ponían relleno debajo de las polleras para no parecer tan “flacas” !... Los recuerdos venían a mi mente como jirones del tiempo. La poca sinceridad, la burla hacia los demás... Era “campeona” en
imitar los defectos ajenos ; ¡en fin !, pero era linda y cantaba muy bien...El minuto de silencio respetado por todos, había llegado a su fin. Me levanto mi de asiento y salgo hacia el patio, ése, cubierto por el parral... Respiro un poco de aire fresco, para llenar mi pecho vacío... Tuve en mi vida otras tías muy queridas, tías “adoptadas” por mi. No conocí a mis abuelos ; ellos estaban en sus tierras lejanas... ¡Que lástima que la Tía Paquita no halla podido ser “mi tía querida”.“María no se daba cuenta, pero cada vez que yo le nombraba a mi querida tía Enriqueta, me contaba siempre la misma historia”.

Alejandrina M. Todarello. 25- 08- 05.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bien escribís,(qué te voy a decir ?),no ,ahora en serio ,sabés que me gustan tus cuentos ,son entretenidos ,fáciles de leer y son cosas de la vida diaria que a todos nos han sucedido. Te felicito!!!

Anird Najela dijo...

¡Gracias Juliet!...

*La Casalinga* dijo...

Cómo que "sabes que me gustan tus cuentos"?
Julieta conoce a Anird?
La Julieta que comenta en mi blog?
MMMhhh! Me parece que acá hay "gata" encerrada!

Muy lindo, Anird. Muy lindo cuento.

Anónimo dijo...

Buen blog anird me gustan tus cuentos!!(muy bueno el ultino insulto), el que mas me gusto fue el Ramon. nos vemos

Anird Najela dijo...

Gracias emilio por leer mis cuentos.Cuando mi hijo jorge lo leyó , me dijo que no era para leerlo por la mañana...(por el final), le arruinó la "mateada". ¡gracias!...