martes, enero 29

El encuento.

Sacó un cigarrillo de la cartera, de ésos que le trajeron sus primos al regresar de
Francia. Buscaba el encendedor como loca y no lo veía por ningún lado. Revisa los calones,la cartera, el estante de los libros… Ansiosa y pensativa, se toma la frente con la mano izquierda… Busca en cada rincón poder encontrar aencendedor “fugitivo”. Ella y la soledad del cuarto, en la mano, el cigarrillo espera ser encendido. Va midiendo con sus pasos el ambiente que la rodea. En unos de sus giros siente un calor que acaricia sus piernas...-“¡Que tonta!, si puedo encenderlo en la estufa!.
Los vidrios empañados de la ventana, no dejaban ver hacia afuera. Hace de su mano un
borrador dejando un claro en uno de ellos, para dar paso a la claridad de la tarde. Afuera, la gente camina con apremio, queriendo escapar del frío de ésa tarde invernal. La humedad dejada por la llovizna reciente, da brillo al asfalto. Un muchachito que andaba en bicicleta,patina bruscamente. Por la vereda de la plazoleta de enfrente, ésa donde está el enorme palo borracho, va un hombre de sobretodo gris, sombrero negro y en la mano un maletín; Ella lo sigue con la mirada. --“¿Será él?, ¿el de la cita telefónica?”… Camina a paso lijero; ella trás los vidrios,lo sigue con la mirada.
El cigarrillo en la mano, espera ser encendido. ¡Por fin lo hace en la estufa!. Se sienta en un sillón a la espera del tiempo. Por la ventana entra el silbido del viento. Se oyen pisadas en la vetusta escalera. - “Algún día alguien caerá rodando”,(piensa)...
Un silencio mordaz reina en el ambiente; luego suena el ansiado timbre. Se levanta
de su asiento dudando un instante, luego se dirige a la puerta, segura de recibir al personaje esperado. ¡Sí!, era el hombre del sobretodo gris: un hombre algo mayor, pero aún elegante. Sus ojos la miran como si la conociera de siempre. Después del saludo protocolar, lo invita a sentarse. Conversan de cosas triviales, pero ella espera ansiosa que el saque del maletín los folletos prometidos en la charla teléfonica. ¡Por fin lo abre!, y saca de entre los papeles, un álbum algo deteriorado por el tiempo, y es lo primero que le muestra.

Aparecen a su vista, fotos conocidas, fotos de cuando ella era niña; las de los
cumpleaños, las de la playa en las vacaciones en Gessell, y en todas su madre y un joven a su lado. Levanta la vista hacia el visitante, temblando, asombrada y dudosa... El hombre del sobretodo gris, le contesta: --“Es lo que piensas, soy tu padre”...

Alejandrina T.

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