jueves, octubre 30

Doña María, la “mercera”..., y las concuñadas.

El ave Fenix ha resucitado gracias a los nietos Jime y Facu (y el empleadito de Speedy). Me van a tener que aguantar nuevamente....



El sol del mediodía brillaba con todo su esplendor. Erguida, sonriente, llevaba con armonía sus ciento once kilos (declarados por ella). Con paso firme y su valija marrón en la mano, cruzaba el “puentecito” de madera que por la calle Reconquista atravesaba “el Maldonado”, el que por entonces, del lado de Ciudadela, aún no había sido entubado. Venía del recorrido diario de casa de sus clientas. Era conocida cómo, “doña María la
mercera”, la que vendía desde finas sedas y brocados, hasta un simple pañuelo. Dicen que cuando era más joven, y el barrio no estaba muy poblado, al cruzar dicho puente, dejaba la valija por un instante, y manos a la “ obra”; tomaba el pañuelo que llevaba al cuello, hacia una rosca y la apoyaba sobre su rodete de pelo renegrido, y luego colocaba la valija de la misma manera como llevaba el cantaro cuando iba a buscar el agua a la “fontana”, en el lejano pueblo de su querida Italia.
Su piel brillante y tersa, de color “aceituna”, reflejaba la imagen de la mujer mediterranea.
Con una mano en la cintura, llevaba con destreza y “elegancia” su preciada valija en la cabeza, camino de regreso a su casa la que quedaba a cuatro cuadras de dicho puente.

Ese dia su rostro expresaba una extraña alegria. Iba tan distraida que casi no saludaba a doña Justina, la que le compraba las camisetas de frisa y los culotes para el invierno. La mujer, detrás de la puerta de alambre enrejado, levantaba su brazo en alto para saludar a doña Maria. Ella al darse cuenta, giraba la cabeza con maestria, respondiendo el saludo, con la amplia sonrisa de siempre…
Las ultimas clientas del dia, fueron Felipa y Liboria; “las concuñadas” que vivian al lado del almacen de la “Bolichera”, ese que daba frente al tunel de la “General Paz”; el que daba a la calle “Saavedra”,que se comunicaba de Provincia a Capital. Este almacen, tenia en un principio un despacho de bebidas, y debido a los diusturbios que a menudo provocaban los parroquianos, este expendio fue suspendido, quedando solamente el almacen, el que siguió llamandose el de “La Bolichera”. .. Felipa y Liboria eran concuñadas, esposas de dos hermanos que tenian una “singueria” , donde elaboraban las chapas” que se utilizaban por entonces, para algunos techos de las casas, ademas de fuentones, baldes y tanques para el deposito del agua, a usar en las viviendas. El taller ocupaba la parte de adelante del terreno. A un costado del mismo, un largo zaguan comunicaba con la entrada de la casa que quedaba hacia el fondo. Era una casa nominadas estilo “chorizo”. Las habitaciones estaban ubicadas a lo largo del patio; patio cubierto de hermosas baldosas floreadas, donde habia un hermoso parral que su frescura en el verano, era el disfrute de las dos familias con sus hijos. A un costado del mismo, se encontraban las cocinas correspondientes a cada uno. Al fondo, cruzando una pequeña huerta, se encontraba el baño o “escusado”, compartido tambien entre todos. Los niños disfrutaban de sus juegos en la amplitud de la casa…Todo hubiera sido muy lindo, a no ser que las concuñadas no se hablaban desde hacia diez debido a un mal entendido.
Se habían casado en la década del “30”, y fue que a los pocos años de convivencia, sin saber el porqué, ellas dejaron de hablarse. Los hermanos, remaches y martillo en mano, trabajaban en armonía “ignorando” la situación. Sus mujeres se cruzaban en el patio sin verse . Lo bravo era cuando debían utilizar el baño, y más de una vez debieron hacer la espera con mucho “apremio” sin decir palabra alguna, ni menos golpear la puerta con “los nudillos”, como hubiera sido lo normal...

Doña María, iba a esa casa una vez por semana para cobrar “la cuota” y ofrecerles nueva “mercadería”. Aunque la puerta de la casa estaba siempre abierta, como era costumbre por entonces, la “mercera”, con mucho respeto, siempre hacía sonar el llamador. Si en ése momento estaban los chicos, corrían a su encuentro, y ella avanzaba hacia el patio con ellos revoloteando a su alrededor. Se hacía rogar un instante, pero luego acariciándolos, frenaba su paso y les permitía hurgar en sus bolsillos y sacar de a uno, los caramelos que ella nunca dejaba de llevar...
Las concuñadas, le brindaban mucho aprecio, él que era retribuido por ella... Al revisar lo que “doña María” llevaba en la valija, sin darse cuenta, se entremezclaban las “manos” de “vendedora y clientas”, todo en armonía. Cuando se decidían por la compra, “arreglaban” el precio cada una en su cocina. Ese era el momento que entre charla y charla, le ofrecían a la Doña María un té o un rico matecito... Cada una le contaba los problemas que tenían entre ambas... “—Yo lavo el patio cuatro veces a la semana, y ella tan solo una vez...”, decía una. La otra :—“¡Estoy cansada de regar las plantas de las macetas ...!, ¡ah !,¿ y ud. sabe ?..., no me deja casi lugar para tender la ropa..., y ¿al baño ?, ¿quién le echa “acaroína” ?...” Era una situación por demás incómoda para “doña María”, quién con paciencia apaciguaba a cada una por su lado, dejándolas más tranquilas... Y así todas las semanas ; y pasaron los años, ¡sí ! más de diez años, siempre lo mismo... Los chicos crecían en armonía, pero ellas sin hablarse...
Ese día doña María llegó a la casa de “las concuñadas”, y como tantas veces, hace sonar el llamador de la puerta de calle. Al ver que no se asomaba nadie a recibirla, golpeaba las manos mientras se dirigia por el zaguán hacia el patio. Este, lucía más hermoso que nunca, y hasta el parral, parecía dar su sombra con más frescura que otras veces…

Grande fue la sorpresa para “la mercera”. Felipa y Liboria, estaban sentadas alrededor de la mesa del patio y sobre ella, la pava y el mate. .. Una de ellas le dice:” ¡¡pase doña Maria, venga a tomar unos matecitos!!!
Doña María, asombrada, complacida y sonriente, pudo sentarse ésta vez, con sus “queridas” clientas, para tomar “los matecitos de la amistad”. A la hora del almuerzo, al llegar a su casa, con mucha alegría, les cuenta a sus hijos la hermosa noticia.


Liboria, fue la primer clienta que tuvo el día que salió a vender a domicilio, y lo fue hasta el día de su muerte, luego de veintiseis años de trabajo. Se fue muy joven “Doña María la mercera”..., pero a mí, mi madre me dejó una gran enseñanza de vida.

Anird Najela

3 comentarios:

Luisa dijo...

¿Y nunca supiste cómo pudieron solucionar sus "no problemas" entre ellas? tanto tiempo perdido... quizás mucho hizo tu madre, que trataba a las dos por igual...me encantaron los nombres, la descripción del sitio.
Con cuánto mimo y respeto hablas cuando describes a tu madre...

Anird Najela dijo...

Luisita: se volo un comentario grande,quiero encontrarlo, o si no mas tarde lo vuevo a escribir. Un besote : Anird.

Anird Najela dijo...

Luisa: hay padres, particularmente las madres,suelen creer que todo lo han hecho bien. ¡¡NO!!!...soy la primera que creo haberme equivocado en algunas cosas y acepto si ellos "me pasan boleta".
Ojala que descarten lo que estuvo mal y sepan ver lo que quedo Bien.
Con mi madre no pude aclarar cosas porque fallecio muy joven, en cambio con mi papa pudimos hablar mucho, ¡Gracias a Dios!. Cuando fui madre,hablaba a solas con ella ( ella no me vio casada) y lamentaba tanto no tenerla porque creia que yo, iba a solucionar cosas que pasaron... ,pero no dejo de recordar todo lo bueno que aprendi de ella. En el barrio que vivo, en mi Ciudadela, era la zona donde Doña Maria tenia la mayor "Clientela"; Puedo decir abiertamente que soy la hija de "La Mercera".Ayudaba sin intereses a quien necesitaba algo, y podia enterarse de lo que le pasaba a una clienta que ella no lo iba a contar a otra.
Con los años fui entendiendo que si yo me revelaba un poco, hubiera logrado lo que queria.
Luisita : a mis hijos los cuidamos, pero fueron libres de pensamiento. Algun dia contare en un post las "boletas" de mis "niños". ¡Ojo!!, que yo los escucho y no poque los "Tuve nueve meses en mi vientre" voy a tener siempre la razon.
LUIsita: esto fue un mini Post.
Los nombres de Felipa y liboria eran los verdaderos, y los utilice porque apreciaba a esas señoras( y pór lo raros que son ).
Un abrazote enorme: La Negrita, la hija de Doña Maria...