lunes, noviembre 26

El Ramón


Era de noche y las velas iluminaban los recovecos en las paredes de adobe. La luz ondulante hacía resaltar la blancura de la cal fresca. En la cocina, el fogón tenía apenas una tenue montañita de tibias cenizas. En uno de los ambientes, que tan solo pretendía ser eso, un ambiente, se encontraba él, tendido en su última cuna; “trajeado” y cubierto con tules blancos... Las “comadres” rezaban a su lado. Las flores se marchitaban al calor de las velas que también lo estaban llorando...
Y ahí estaba “el Ramón”, quieto, dormido para siempre. Lo recuerdo parado en la tranquera. Su figura reflejaba un esbozo del mozo que fue. De alta estatura, ojos grises, rodeados de profundas arrugas; marcas del tiempo... Cubrían sus sienes blancos cabellos, otrora negros y duros como crines, según decía él... La mirada perdida, quién sabe en que caminos por él recorridos. Su tronco derecho a pesar de los años. Decían que era casi un niño, cuando los Gómez lo tomaron como peoncito. De mozo nunca perdía un baile y competía en toda carrera cuadrera que podía; era hombre de a caballo, seguido siempre por un perro, pero su vida interior, un misterio... No se supo de romance alguno, solo que de vez en cuando desaparecía por un tiempo para luego regresar a su puesto en la chacra, donde siempre era bien recibido. Cuentan que en el boliche del pueblo, era uno de los mas asiduos parroquianos y a la hora del truco, cantaba el ¡falta envido!, o el ¡vale cuatro!, casi siempre triunfante..., cuando hacía sus escapadas, se lo extrañaba mucho. En las fiestas de San Juan, que se celebraban en el pueblo vecino a la chacra, a la hora de cruzar las brazas a pié descalzo, el era el primero en cruzarlas a fuego vivo, daba enormes saltos casi siempre sin quemarse, saltaba con los brazos en alto mirando al cielo y dando gritos de alegría; era todo un personaje el Ramón... Al regreso de su última salida, se lo notó un poco cambiado, taciturno, no montaba su caballo, sentado bajo la galería, miraba a la distancia; solo lo acompañaba su mate... Silencioso al requerimiento de preguntas. Cada día que pasaba, su rostro denotaba más cansancio, más tristeza... Las velas seguían llorando sus lágrimas de cera. En la pared, las sombras formaban dibujos ilegibles... Los recovecos se profundizaban en su negrura; uno de ellos me llamó la atención; de los ladrillos que lo formaban, uno parecía querer escapar de su lugar. Me acerco lentamente y al tocarlo compruebo que lo puedo sacar... En el interior del recoveco había un pequeño pañuelo de mujer envejecido por el tiempo, una flor seca y un sobre que decía: “Para el Ramón”. Lo comento con algunos de los presentes y luego de las exequias llevamos el sobre al escribano del pueblo... Al abrirlo nos lee con asombro...
“Ramón: nuestro hijo falleció en la ruta; manejaba el coche que le regaló el
patrón”.

Alejandrina M. Todarello.

Me presento con este cuento y de ahora en mas ire mostrando mis otros trabajos. Quiero decir que nunca saqué el primer premio pero si todo lo que publique tuvo mención de honor, lo cual me permitió participar en antologías.

5 comentarios:

*La Casalinga* dijo...

FELICITACIONES ALEJANDRINA!!!

Bieeeen!
Me gustó la sorpresa. Me gustó que te hayas decidido a abrirte un blog! Bien, Bien!

Ojalá te de tantas satisfacciones como mi Pecados Capitales me ha dado en estos años.

Mañana te mando un mail.
Besotes!!

Anónimo dijo...

Bárbaro Alejandrina!!!! ya te dije que me gustó mucho .Hasta me parece ver al Ramón en el féretro.El otro cuento todavía no lo leí.Besos

Anird Najela dijo...

Viste!!! me anime gracias a vos y mi nieto que se metio en la compu y "me obligo" a esto tan hermoso...Espero que leas los proximos....

Anird Najela dijo...

Sonia te hablaba a vos me olvide de poner tu nombre!!... es la emocion es que estoy escribiendo mucho mas rapido (con las manos de Facundo)

Anird Najela dijo...

Julieta que placer que visites mi blog... espero tengas buen lexico conmigo... Te quiero!!