martes, diciembre 18

Al redactar éste cuento, me fuí transportando a un tiempo lejano, creando personajes que no conocí , pero linea tras linea a medida que avanzaba ya era "míos", ¿eran reales?...
Alejandrina T.


Las sillas en la vereda

Lola era una española con mucho salero. Su saludo iba siempre acompañad con una sonrisa. A menudo se la oía cantar canciones de su terrunio. Giuliano, era un calabrés muy respetuoso; buen padre y muy buen esposo. Tenía un puesto de frutas en el mercado Spineto, una casa cómoda, y los chicos bien criados; su esposa se dedicaba a la educación de ellos. Giuliano y Lola, luchaban para formar una hermosa familia, lo que era orgullo
de ambos. A menudo compartían con algunos de sus vecinos parte de la fruta que él traía del mercado, fruta seleccionada, de la mejor. Mandaban a los niños a entregar el fresco y fragante paquete que a cada uno les era destinado. El decía, que “lo que podían comer ellos, sus buenos vecinos también.” Giuliano se reunía con un grupo de “paisanos” a jugar a los naipes en un boliche de San Telmo. A veces las jugadas se prolongaban hasta alta horas de la noche, lo que hacía impacientar a Lola por no ser de su agrado. Ya pasadas las once, se asomaba a la puerta de calle. Bajaba y subía el cordón de la vereda, acercándose hasta la mitad de la calzada para ver si divisaba en la penumbra de la noche, la figura de su Giuliano. ¡Que alegría, cuándo a lo lejos lo veía venir con su paso inconfundible!...
Una vez oí decir a Lola, que su marido podía tener coche, que las cosas les iban biénpero que era peligroso debido al tráfico que había en la calle; prefería tomar en Rivadavia el tranvía 2, que lo dejaba a dos cuadras de su casa. Lo esperaban sentados, ella y sus hijos; ellos sentados en el umbral y uno de ellos entraba a la casa corriendo para traer una silla a Lola para que esté más cómoda. Así esperaban en los atardeceres del verano, intercalando con juegos, el regreso del padre. Ni bien lo veían doblar la esquina de Ramón Falcón, los niños corrían a su encuentro con gran alboroto. Luego de los saludos, uno de ellos entraba la silla de Lola y luego derechitos al comedor, dónde la cena estaría ya lista...
Una noche, la partida de naipes se había prolongado más que otras veces y la espera se hacía interminable, hasta que Lola pide a los niños que entraran la silla a la casa. En silencio se sientan junto a su madre, en el patio debajo del parral. De vez en cuando se asomaban a la vereda para ver si Giulano ya había doblado la esquina de Ramón Falcón.
Las horas pasaban muy lentas. La angustia de Lola era cada vez mayor y ya se le agotaban los argumentos para distraer a sus hijos.Avanzada la medianoche, suena estridente el timbre de la puerta de calle. Al abrirla
quedan asombrados al ver a un policía, el que les da la triste noticia. “A pocas cuadras de allí encontraron a Giuliano, ya sin vida, sobre un charco de sangre”... Gritos y llantos desgarradores bañaron la penumbra del patio...

Pasó el verano y varios meses más sin que Lola y los chicos salieran a sentarse en la Vereda. La radio, que desde el patio alegraba con su música, no se oía en señal de duelo, o quizás, para que los vecinos no llegaran a pensar que no se le guardaba respeto al“finado”...
Nuevamente, los tilos comenzaban a regalar su aroma y la cuadra se iba poblando de vecinos que sacaban sus sillas a la vereda; también los niños de Lola fueron saliendo para poder intervenir en los juegos con los chicos del barrio.
Adentro, la casa en silencio; silencio que tan solo pretendía ser un recuerdo hacia el pasado... La viuda, con el pretexto de vigilar a sus hijos, asomaba cubierta con un negro pañuelo, toda vestida de negro, dejando parte de su cuerpo detrás de la media hoja de la puerta cancel. Llegó el día que también ella sacó su silla a la vereda. Lo
hizo lentamente, hasta podía decirse con duda… Era noviembre y la perfumada brisa que daban los añosos tilos, le dio la fuerza para decidirse a salir. Los niños al verla dejaron sus juegos y sentándose en el umbral de la puerta, hicieron compañía a su madre. La miraban con admiración, y ella les respondía con una caricia.
¡Otra vez la mamá observando sus juegos!... Pálida y con su negra vestimenta, parecía ella misma la representación de la muerte. Al verla la vecina de la casa de al lado, se acerca y le dice con timidez, si podía traer su silla así podrían conversar como lo hacían antes de fallecer “el Giuliano”. La “viuda” aceptó con una leve sonrisa... Esa tarde, sería distinta para las dos mujeres.Hablaban de cosas triviales, mientras observaban el juego de los niños. En un momento de la conversación, Lola rompe en llanto y se sincera con su vecina. Le cuenta como era su marido; que era una persona muy buena. No necesitaba abrir la boca para pedir algo, que ya se lo otargaba, pero lo que no lograba ella, era que él dejara de frecuentarlas partidas de naipes con sus “paisanos”. Jugaban por dinero y a veces por grandes sumas, lo cuál eso era peligroso, pero él le decía que se controlaba y no pasaría nada.
Uno de sus “paisanos”, en una de las partidas de “poker” pierde mucho dinero y le pide un préstamo a Giuliano, diciéndole que ni bien cobrase su sueldo, le devolvería esa deuda. Pasó ese mes y otros más. El deudor hacía caso omiso al reclamo de la deuda.. El dinero era suyo y las deudas de juego son sagradas, pero a veces el “diablo” se entremete en éstos asuntos. En este punto de la conversación, Lola vuelve a revivir los recuerdos y llora desconsoladamente.

Le contaron que esa noche, Giuliano volvía a su casa como de costumbre. Caminaba con paso tranquilo, sin apuros, disfrutando el frescor que daban los tilos de la vereda. La oscuridad ofrecía complicidad para cualquier cosa... Al doblar en la esquina de Ramón Falcón, amparándose en la sombra del tronco de un árbol, sale un bulto misterioso haciendo malabares con un brillante y filoso puñal en mano y enfrentando al desprevenido Giuliano, le clava el arma con tal acierto, dándole justo en el medio del pecho...

Pasó ése verano. Los lutos fueron desapareciendo poco a poco. Ni bien comenzaban a florecer los tilos, aparecían las sillas en la vereda. Los chicos fueron creciendo, hacién-dose hombres. La vecina, luego de un tiempo, dejó de verse..., a Lola la veía de vez en cuando, cuando salía a hacer sus compras con su changuito, o cuando salía a barrer las hojas que el viento del otoño me arrancaba sin piedad. ¡SÏ!, ya llegan los muchachos del camión municipal!. Van a sacarme de aquí. No sé cuál será mi destino…,me sacarán sin piedad; pues el edificio que harán en la casa de Lola, la planta baja, tendrá una gran cochera…



Alejandrina Todarello

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu cuento me hizo volver a mi niñez,cuando realmente sacábamos las sillas a la vereda y charlábamos con los vecinos que también estaban sentados en sus puertas .Parece mentira !!!con lo que pasa ahora ,que alguna vez se haya vivido así .Muy bueno tu cuento ,te felicito de todo corazón.Un beso grande...

Anónimo dijo...

Por favor ,qué mersada ,sentarse en las veredas .!!! En Montecarlo no se usa ,eso sí ,vamos todos los días a ver el cambio de guardia en el palacio ..

Anónimo dijo...

Vengo del blog de Sonia ,que está recaliente porque va a ir ver al desgreñado ese de Rod Stewart .Me gustó mucho tu cuento ,por lo menos sos adicta a cosas argentinas,las sillas en la vereda ,el mate ,etc...

Anird Najela dijo...

Gracias Nydia: sos una amiga.

Anird Najela dijo...

¿que mersada ni ocho cuartos?:En Montecarlo no se usará poque no tienen veredas, y no se usa cómo no se usan el jabón con agua y esponja para bañarse; todo procuran los olores taparlo con sus"EXTRAAACTOOOOS"(dicho sea de paso que aveces usé)...

P.D.:¿Cambio de guardia o ir a ver a "los GUARDIAS"?...

Anird Najela dijo...

Romeo: DEjala a Sonia que ella es jovencita, dejala que esté caliente... Quizás cuando valla en Abril se dé cuenta de las grenchas, pero ella va a querer escucharlo,¡nada más! y en él "hermoso, Grandioso y Repetuoso ESTADIO de VELEZ SARFIELD" va a ser todo un espectáculo. Voy a oir los gritos de sonia desde mi terraza...

Anird Najela dijo...

gran cuento Anird, no entendi mucho el final, pero me parecio muy dinamico y bien contado... con estos cuentos me dan ganas de empezar un blog...¿quien lo cuenta?

*La Casalinga* dijo...

Mirá si habrán sido importantes las sillas en las veredas, que mi nonno, se hizo dos bancos de cemento a los costados de la puerta principal de entrada!

Romeo: vaffanculo! Capito?

*La Casalinga* dijo...

BIEEEENNN! Sacaste las odiosas letritas!!!
Biennn! Viste como pudiste? Nooo, si me vas a salir analista de sistemas vos!

Anird Najela dijo...

Sonia fue mi nietito secretario para algo lo tengo en casa, morfar come moderadamente, no se parece a ni a tu mami y ni a mi...yuujuuuuuuuu
Espero responderte bien en el blog, desde que el esta aqui estoy aprendiendo muchas cosas. La hermana, alta elegante , bonita no se parece a mi, "es egoista y no me explica nada" me dice: - "Abuela vos tenes que saber porque sos jovencita".(son mis soles)

de mayúscula a minúscula dijo...

que lindo!!!!!!!!!!
me encantan tus cuentos, no seras vos martina fierro?
se me borro la senial para pasar al espaniol asi que perdona que salga asi
un feliz anio nuevo querida mia

Anird Najela dijo...

mayu: Me encanta que me escribas porque soy escuchada, de ahora en mas me concentrare en contar las cosas que en el dia las pienso y digo: ¡¡¡Las voy a poner en el blog!!!

Pd: Decime en que parte del arte pertenecés. ¡¡¡¡Feliz año Mayu!!!!